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Pokémon Go: al asalto de la realidad (lundimatin n° 71)

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Pokémon Go cura el autismo, permitiendo recorrer el mundo sin necesidad de mirarlo con los ojos. Pokémon Go es bueno para la salud. Pokémon Go estimula la economía permitiendo a pequeños comercios y otras franquicias el resguardo de pokéstops para atraer la clientela. Pokémon Go permite recuperar el gusto por la aventura y la exploración en los tiempos de la transparencia y de la globalización. Pokémon Go vuelve a dar razones para el encuentro y la experiencia de la comunidad. Pokémon Go es genderfluid, y no asigna a los jugadores otra cosa que un «estilo». Pokémon Go aumenta la realidad. Pokémon Go despierta el niño escondido en el asalariado post-adolescente. Pokémon Go alienta a los jóvenes a interesarse en la geografía del mundo que los rodea. Pokémon Go hace volver a los hombres a sus viejos lugares de culto. Pokémon Go vuelve a poblar el mundo. Pokémon Go es la más vasta búsqueda del tesoro que la humanidad haya nunca conocido, una verdadera expedición masiva, la primera caza planetaria.

 

Pokémon Go no está aconsejado en Bosnia por la existencia de campos minados no desmantelados. Pokémon Go tuvo una salida en Francia repelida a causa de los atentados, y su gran cacería de lanzamiento, en el jardín de Luxemburgo, fue anulada con una llave de judo por el Senado. Pokémon Go está en la mira de una fetua previsible que también condena a sus adeptos. Pokémon Go distrae a los conductores, y los conductores matan a peatones. Pokémon Go deja caer niños desde lo alto de los acantilados. Pokémon Go prevé destierros «a perpetuidad» para aquellos jugadores que hagan trampa utilizando aplicaciones de terceros. Pokémon Go permite a diversos ladrones y malhechores poner carnadas a jugadores en puntos en que no pueden defenderse, y despojarlos. Pokémon Go conduce a padres ociosos a abandonar a sus hijos. Pokémon Go instaura una nueva forma de relegación social, entre las zonas ricas en pokéstops, y aquellas desprovistas. Pokémon Go ha transformado temporalmente Auschwitz o S-21 en terrenos de juego. Pokémon Go empuja a jugadores a entrar por allanamiento en cuarteles y cárceles para capturar en su interior Pokémon. Pokémon Go ha traumatizado a miles de jugadores cuando pierden su cuenta o sus avances en el juego. Pokémon Go inquieta a la ministra de Educación Nacional, quien desea prohibir la presencia de Pokémon legendarios en los recintos de las escuelas sagradas de la República. Un pirata hábil consiguió vetar, durante algunas horas, a todos los jugadores belgas de Pokémon Go.

 

Fenómeno

 

Cuando ningún Pokémon legendario podía ser encontrado, un Articuno apareció en un hoyo perdido de Ohio, el cual fue capturado por una pareja de rednecks aleatorios, desencadenando un tornado de reacciones furiosas y escandalizadas – bautizado «Articuno Freakshow» por los observadores locales. Parecía totalmente fuera de lugar que tal tesoro apareciera en un espacio tan falto de interés, y que cayera en las manos de jugadores tan anodinos. Casi de inmediato, las acusaciones de mentira en el encuentro de la pareja se transformaron en una verdadera psicosis en el interior de la comunidad de los jugadores de la región de Dayton, que se autodestruyó totalmente tras esta aparición desafortunada. Y la periodista que relata este acontecimiento incongruente concluyó: «Todo esto por un Articuno que tal vez ni siquiera es real. Presagio una histeria masiva cuando el primer Pokémon legendario verdadero aparezca. Sea como sea, esperamos que estas historias de Pokémon legendarios no desgarren también el resto del mundo». Pokémon Go es un videojuego – en realidad no muy original, por otro lado. Pero, desde el pequeño delincuente hasta el patrón hiperformado en planificación, desde las autoridades religiosas hasta las autoridades políticas, desde el pediatra hasta el coach deportivo, todo el mundo ha tenido algo que decir, que hacer o que sacar de todo esto. El juego se integró, en medio del escándolo y la estupefacción, a muchos aspectos de la vida civilizada. El fenómeno Pokémon Go supera ampliamente la simple experiencia del juego: un producto cultural se ha elevado al rango de arena de la vida social, en la cual se miden y se manifiestan las fuerzas de la civilización. Depredación y adicción, competencia y profanación, maldad y fariseísmo, cinismo y ludopatía: este mundo se expresa de maravilla en la experiencia de Pokémon Go. Ahora, jugadores proponen irónicamente remplazar los conflictos armados por batallas de Pokémon GO. Otros exigen una actualización que permita atrapar humanos. La psicosis y el entusiasmo confluyen en el mismo punto. Hace falta creer que la realidad estaba preparada para ser aumentada.

 

Paradoja

 

Hay algo desconcertante en Pokémon Go: el contraste entre el extraordinario dominio técnico del mundo que el juego presupone y manifiesta, y su futilidad adolescente, su adorable dimensión kawaii. Como inventar una máquina para viajar en el tiempo para contentarse con revivir el último cumpleaños. ¿Es una manera de volver menos heladas las perspectivas abiertas por tal proeza tecnológica? Porque ésta es evidente, la devastación del mundo que tal dominio requiere y conserva. Para que Pikachu pueda vivir en nuestro mundo ha sido necesario digitalizarlo. Balizarlo. Desencantarlo. Cortarlo en zonas de rentabilidad diferenciadas. Reducirlo a variables manipulables y programables. Aplicarle, desde las estadísticas hasta los algoritmos, las herramientas eficaces de la racionalidad. Tales operaciones, y a tal escala, es evidente que no son posibles más que en un mundo descuartizado, infinitamente colonizado por la economía. Y la futilidad del juego, su contenido folclórico, no pueden seducir o fascinar más que en razón de un despoblamiento masivo del mundo. Es debido a que ya no hay nada que explorar, ningún misterio, ningunos animal, ningún horizonte abierto o ilimitado de la existencia, como se puede uno llenar de pasión por la caza de Pokémon, como existe incluso una necesidad real de llenarse de pasión por la caza de Pokémon. Como lo dice un amigo: «Es como mínimo gracioso poner Pokémon en todas partes en el momento en que nos percatamos de que las mariposas desaparecen». Cacería de coleccionador, cuya naturaleza acumuladora y repetitiva es bastante fácil de constatar, complemento homogénea a esta realidad básica de la que estas simpáticas criaturas supuestamente se escapan. Cacería en la que el mundo se parece a un mapa, y el mapa a una pantalla de smartphone. Se trata de una transacción peculiar: Pokémon Go vuelve a encantar el mundo; incluso mediante la sofisticación de los medios para su desencatamiento.

 

Realidad aumentada

 

Se trata de una operación que es nombrada «realidad aumentada». Unos lectores de lundimatin nos han remarcado justamente el carácter paradójico de esta expresión: «Cuando leías un libro, cuando jugabas GTA Vice City frente a tu televisión, te olvidabas del mundo alrededor por algunas horas, algunos días para los más dispuestos. Pero Pokémon, como todos los fenómenos generacionales, se concretiza, encuentra un lugar en el mundo real. Por diferentes razones, las ficciones que tienen éxito superan su marco: el espectador se vuelve actor, o al menos es lo que cree. Finalmente, lo más convincente no es quizá introducir elementos de ficción en la realidad (una escoba mágica en un terreno de fútbol), sino elementos de realidad en la ficción (una verdadera ciudad en un smartphone). Es entonces cuando se comienza a hablar masivamente de realidad aumentada. Sin embargo, de ningún modo es la realidad la que aquí gana, sino más bien lo virtual lo que se alimenta de ella, toma consistencia. Cuando caminas en la ciudad jugando Pokémon Go, no vas ya a captar tal asperidad en el muro, tal mirada intercambiada, tal olor insólito, y al final tu relación con las cosas se empobrece. La aplicación Pokémon supera el marco de tu pantalla, el terreno de juego se vuelve la tierra entera, teniendo como único límite la telefonía 4G. Es entonces que podría hablarse de virtualidad aumentada».
La realidad aumentada no nombraría entonces más que una forma de profundización del mundo virtual, en detrimento del mundo real. Pero la oposición entre real y virtual es portadora de confusión: la realidad también tiene sus virtualidades. El jugador de Pokémon Go, por más «virtual» (digital) que sea su mundo, extrae de la realidad su versión «aumentada», es decir, jugable, lúdica – extrae de ella posibilidades de juego que son, por su lado, muy reales. Lo que aumenta la realidad no es solamente la presencia de nuevos objetos virtuales, sino la apertura de nuevas posibilidades tangibles de trazar ciertos caminos, de combatir a otros jugadores, de controlar arenas y territorios. Capturando Pokémon, el jugador transfigura la lúgubre materialidad del mundo capitalista, para hacer de ella un terreno infinito de juego. ¿Pokémon contra la economía, entonces? ¿Pokémon Go liberador? ¿Emancipador? ¿Encantador? ¿Profanador?
Es verdad que Pokémon Go ha permitido a numerosos jugadores librarse alegremente de ciertos límites del mundo contemporáneo: forzar la puerta de una cárcel o deambular con smartphone a la mano en lugares santos para ir a encontrar Pokémon. Pero esta libertad implica aplastar la multiplicidad de lugares que conforman el mundo sobre la cuadrícula del juego, en la que cada lugar vale tan sólo en cuanto terreno de juego, con respecto a los otros terrenos de juego, y su posible valorización en el mundo de Pokémon Go. Implica por tanto hacer sufrir al mundo un tratamiento en el fondo comparable a aquel que la economía le hace sufrir, mediante la puesta en equivalencia de todas las cosas con todas, mediante su indiferencia a la diferencia.
El recuerdo de Ash –el cazador de Pokémon por excelencia– habría tenido ya que ponernos en guardia contra la relación con el mundo del entrenador. Eterno niño comatoso, que sublima su asistencia médica en el fiel Pikachu, es absolutamente ávido y absolutamente inocente a la vez. Roba a su mundo imaginario con los ojos completamente abiertos, y sigue incansablemente un imperativo impersonal –atrápalos a todos–, recorriendo y acumulando sin detenerse una fauna fantástica cuyo único destino es volverse contra ella misma ayudando a Ash… a atrapar más y más Pokémon. La orden es tan simple como imperiosa: «GO» – en mayúsculas. Catch them all. Ash proporciona así una figura romántica, al igual que atemorizante, para la subjetividad contemporánea. Queriendo imitarlo, el jugador de Pokémon Go no libera el mundo de la economía sin misterios: lo captura a su vez, cuando captura Pokémon. La paradoja de Pokémon Go radica por tanto en una dialéctica de la captura: a partir de las infraestructuras que capturan cotidianamente este mundo, Niantic propone ahora a cada uno pasearse a través de ellas, capturar en ellas Pokémon, liberando con ello la posibilidad de una captura bastante más profunda de la realidad misma. Y nada mejor que la franquicia Pokémon, con su culto de la acumulación y su éxito planetario, para preparar esta operación.

 

Aparato de captura

 

Sin duda Deleuze y Guattari nunca habían jugado Pokémon Go cuando teorizaron la captura, en el capítulo XIII de Mil mesetas, para dar cuenta de la formación histórica del Estado. Pero, no obstante, este concepto de captura es el único que permite conectar el contenido del juego y su infraestructura, el folclor Pokémon y la máquina tentacular de aumento de la realidad que es Pokémon Go. Según Deleuze y Guattari, el Estado como forma general y universal del poder, es la resultante de tres capturas concomitantes: la del territorio, la de la actividad, y la del intercambio. La captura de los territorios (pensemos en los cercamientos) permite extraer de ellos una renta, transformándolos en tierras, en propiedades territoriales. La captura de la actividad (pensemos en el asalariamiento) permite extraer de ella una plusvalía (un beneficio, un sobretrabajo), transformándola en trabajo, crear empresas. La captura del intercambio (pensemos en la mercancía) permite extraer de él un impuesto, transformándolo en intercambio monetario. Estos tres aparatos de captura, organizados y sincronizados, definen el campo histórico del Estado moderno.
¿Pero qué es de la captura propiamente hablando, independientemente de aquello sobre lo cual se ejerce? Deleuze y Guattari la reducen a dos operaciones: «El aparato de captura constituye un espacio general de comparación, y un centro móvil de apropiación […]. Un punto de resonancia circula en un espacio de comparación, y traza ese espacio circulando». En el caso de la actividad, por ejemplo, el espacio general de comparación es el del mercado del trabajo, de la puesta en equivalencia de todas las actividades conduciéndolas al ejercicio formal de una fuerza de trabajo; y el centro móvil de apropiación es el capitalista capaz de extraer la plusvalía, es decir, de cortar en ella un «sobretrabajo» que él convierte en capital. Ésta es en sustancia la fisionomía del mundo capturado: el desierto de la universal comparación, recorrido por un triste camello sediento de monopolio.
Observemos lo que sucede en Pokémon Go. En primer lugar, el espacio general de comparación. De la misma manera que el valor de cambio pone todos los objetos en equivalencia (se vuelven entonces mercancías, esencialmente comparables entre ellas), Pokémon Go pone todos los lugares en equivalencia colocándolos en la cuadrícula del juego, bajo su cubierta indiferente. Su espacio de comparación es el mundo, en cuanto que lo podemos recorrer, visitar. Pone en equivalencia solamente objetos o acciones, pero también el espacio mismo y su multiplicidad de lugares. Lo cual permite todas las profanaciones, de los santuarios a los campos de concentración, de los cuarteles a las escuelas, de los museos a las cárceles. Pokémon Go proporciona al espacio uniforme y homogéneo de la red una nueva configuración: aquella trazada por los desplazamientos del «entrenador» de Pokémon, que se conecta con los flujos mercantiles, turísticos o naturales, y los reinterpreta a partir de su potencial de captura de Pokémon. Uno puede decirse que sólo es a partir de la economía, o de la mercancía, o del capital, como se puede constituir un punto de vista sobre el mundo que permita considerar con un ojo igual, in-diferente, los múltiples lugares, los múltiples mundos. Pero el punto de vista del jugador de Pokémon Go lo permite también. Si no es el mismo que el de la mercancía, es de algún modo su análogo de broma. ¿Por qué? Estudiemos por consiguiente el «centro móvil de apropiación»: el entrenador.
Armado con su smartphone (objeto económico y cotidiano por excelencia, anterior a la experiencia del juego), el jugador extrae, acumula y después capitaliza posibilidades de juego a partir de su realidad cotidiana. Fabrica sentido a partir de lo que ya estaba haciendo, recodifica su existencia o la traduce en otro lenguaje en el que ella pueda volverse productiva en todo instante, productiva de imaginación, de fantasmas o de entusiasmo. He aquí de qué modo Pokémon Go constituye también un aparato de captura, y de los más radicales: el espacio de comparación es el mundo mismo; y el centro móvil de apropiación, la existencia misma del jugador, en su configuración singular, sus hábitos, sus amigos, su smartphone, etc. Hay en el fondo la misma relación entre la realidad aumentada y la realidad (es decir, la realidad de nuestro mundo) que entre el sobretrabajo y el trabajo. Se extrae la plusvalía (aquí lúdica, imaginaria o simbólica) de lo que existe a través de los mismos medios en que se produce lo que existe (la infraestructura del mundo) Las áreas de autopistas se vuelven arenas, los McDonald’s pokéstops, la periferia que sea se vuelve el último terreno de juego. Pokémon Go instituye una nueva manera de valorizar el mundo: tal es, en el fondo, el objetivo de toda captura. Si el juego es free-to-play es justamente porque no se trata fundamentalmente de extraer una plusvalía económica de la vida imaginaria o imaginativa de los jugares, sino de extraer una plusvalía imaginaria o imaginativa de la vida económica de los jugadores, de sus trayectos cotidianos para ir a trabajar, lugares que visitan cuando hacen turismo, tiendas a donde van a hacer sus compras, etc.
Ciertamente, es de esperar que tiendas C&A colaboren con Niantic para proporcionar a los jugadres verdaderas paradas de entrenador o que Burger King proponga cazas de Pokémon en sus restaurantes. Pero la eventual valorización monetaria de Pokémon en el futuro seguirá siendo marginal, pues es la valorización lúdica o imaginativa del mundo mismo lo que es buscado por Pokémon Go.

 

Glosa

 

Vemos en este desdoblamiento lúdico de la captura que, si bien Pokémon Go aumenta la realidad, no la libera de la economía y del cálculo. Ésta es la segunda enseñanza de Deleuze y Guattari : «El mecanismo de captura forma ya parte de la constitución del conjunto sobre el cual la captura se efectúa». La captura contribuye a crear aquello sobre lo cual se ejerce. La realidad es conservada, producida y reproducida mediante su captura. Por analogía, la explotación capitalista no crea solamente plusvalía extrayendo el sobretrabajo del trabajo. Ella crea conjuntamente el trabajo y el sobretrabajo, en su relación perversa, en donde no había antes más que actividades irreductibles las unas a las otras. El sobretrabajo no existe sin el trabajo, es evidente; pero el trabajo no existe tampoco por fuera del sobretrabajo que lo parasita. De igual modo, Pokémon Go no crea solamente la realidad aumentada, sino que prospera en el desencantamiento del mundo. Proporciona a cada uno la posibilidad de una pantomima de captura, tanto más interesante en la medida en que la textura de este mundo no está hecha más que de captura.
Así pues, he aquí por qué Pokémon Go fascina. Porque da una forma emotiva a las operaciones más potentes y más banales de la civilización económica. Porque cava fondo en los mismos afectos indiferentes y monopolistas, pero los convierte o los gira hacia una búsqueda verdadera de sentido y de potencia. Es como una glosa planetaria de la economía mundial sobre ella misma. Un comentario del discurso y de las lógicas profundas de la economía. Una especie de versión jugable, doméstica e individualizada de El capital de Karl Marx.

 


Traducción de lundimatin nº 71, 7 de septiembre de 2016.

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